El contraste de dos marchas la pasada semana puso en lamentable evidencia la realidad de un país con diferencias notorias.
Por un lado el grupo de productores de Santa Cruz, a los cuales se colgaron el grueso de los terratenientes en Bolivia, demostrando poder económico y capacidad de organización, caminaron un trecho de 30 km, en parte ayudados por ambulancias, tractores y vagonetas de diferente calibre, constantemente asediados en sus teléfonos celulares y fotografiados en largo, ancho y alto por decenas de medios televisivos y radiales que transmitieron en directo las patrióticas declaraciones de los defensores del progreso, por lo visto, el dinero no es una limitante para este grupo.
En otro lugar del país una columna de marchistas indígenas, que por cierto, partieron también de Santa Cruz, sufrieron tres muertos en el intento de llegar a la sede de gobierno (851 km), dos de ellos atropellados y una mujer cuando la alcanzó un rayo, carentes de recuros, hambrientos, cansados y a paso muy lento caminaron hasta el Chapare, trasladados en bus hasta Cochabamba y caminando por trechos en el altiplano del país. Se unieron a la iniciativa tres marchas adicionales procedentes del occidente y compuestas por campesinos también indígenas.Todos confluyeron en la ciudad de La Paz los días pasados.
Anoche, por sorpresa, vemos a Evo entregar la ley de tierras al representante de la CIDOB (confederación de pueblos indígenas de Bolivia), tras una maniobra política totalmente maquiavélica, pero legal, que consistió en convencer a tres senadores del partido opositor PODEMOS para sesionar con el quorum necesario y levantar las manos aprobando la anhelada ley de tierras para los desposeídos de este país, quienes festejaron en plaza Murillo con su ganado derecho.
No tengo menos que elogiar una medida a todas luces justa y que reivindica, en algo, la lucha indígena que lleva ya varios siglos.
Al parecer ellos "son MAS".
Un saludo.
